sábado, marzo 03, 2012
En tu mente me instalé y los horrores sembré
Despertó envuelta en sudor frío y pánico. Se levantó de la cama de un salto y se miró al espejo: palpó su cara con asco, recorriendo con sus dedos cada arruga natural o de las sábanas, mirando las marcas que la pubertad dejó en sus mejillas, y se fijó en su entradita bien disimulada. Después bajó la vista y tampoco tuvo una buena visión de sí misma. Luego reinó el silencio mientras las lágrimas caian: estaba mirandose a sí misma en el tiempo, ahí había cicatrices aun sin cicatrizar, cicatrices feas y algunos cortes, alguna victoria, alguna derrota, pero sobre todo predominaba el miedo al fracaso, el sentimiento personal de fracaso que la recorría y la estremecía.
Y de pronto, vuelve a autoexaminarse por culpa de una canción. Esto no va de amor, ni de mierdas románticas. Va de una persona que piensa que su vida y la de un choco no difieren en emoción, es más la del choco tiene más emoción.
Pasa el tiempo y hallo quejándome, pero es que me da miedo errar ¿Y si al moverme me equivoco?¿Y si al responder a la monotonía esta me da una ostia en la cara?
Tengo miedo y no se ni de qué. Menuda cobarde estoy hecha. Fin del comunicado.
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