Hubo una vez un chico que cansado de su vida fue a su psicologa a contarle sus frustraciones, sus fantasias, su ansia de libertad y de cómo su vida malentendida y frustada se iban transformando en la soga que hoy le asfixiaba. Le relataba de cómo sus padres no le escuchaban, le ignoraban puesto que no tenía la madurez necesaria a su edad (según el juicio de sus padres), sus ideas eran equivocadas (aún cuando el tiempo le daba la razón) y su edad no era reflejo de lo que se esperaba de él. Se habían desvidido por él, habían dejado de lado sus sueños y su vida para darle una vida fácil y las comodidades que ellos no pudieron vivir, pero.. ¿Alguien le preguntó que si el camino que sus padres habían decidido para él, era lo que el realmente quería? ¿Que las oportunidades que le ofrecían para el eran meras imposiciones mas que elecciones propias?. Me temo que no.
La psicologa no sabía que hacer, ella había estudiado una carrera porque sus padres le decían que era lo mejor, que el módulo que quería hacer de grado superior era una tontería comparado con lo que era tener un título y bajo esa coacción transformada en amoroso consejo, claudicó.
No le podía decir eso a su cliente, no podía decirle que el sentido de que le pagara 60 euros la hora , era fruto de una consternación propia de hacer una carrera que no le llenaba y que le había forzado a teñirse debido a las canas que años de estudio, de esfuerzo y de lágrimas de sangre le habían costado el tener ese título que colgaba en la pared de la habitación donde se encontraban.
-¿Que puedo hacer doctora? Me ignoran y no me escuchan aún cuando hablo por las buenas...
-¿Ha probado a sentarse con ellos y a decirles como se siente? Haga una lista de los momentos buenos y malos con ellos y expongalos. Haga un dialogo con ellos y pacte unas condiciones que lleven a la estabilidad de su hogar- dijo la doctora en plan solemne y lapidario.
El muchacho salió de allí desalentado. Esta sesión no había servido de nada. Claro que había hablado con sus padres ¿pero acaso ellos le habian escuchado alguna vez? la respuesta era negativa.
Entro en su casa con cautela porque esperaba la bronca diaria sinm preambulos ni tiempo a pensar en una defensa digna, pero allí no había nadie. Se recluyó en la biblioteca que tenía por cuarto debido a los tochos de apuntes que se apilaban a ambos costados y sobre el escritorio.
-Parece una notaría mas que un cuarto-pensó.
Encima de la pila de apuntes estaban su estuche y las llaves del coche, y de pronto vio su cartera.
La abrió y contempló una foto de la última feria de su pueblo. Era de un fotomatón con las tipicas fruslerias que se le añaden para que parezca menos sosa la foto y en ella el salía sonriente con su chica.
-¿Que queda de aquella sonrisa?-dijo con tono amargo y de resignación.
Hacía tiempo que todo había cambiado. La despreocupación juvenil en vez de parecer encantadora se tornó sombría y dolorosa para él. Sentía que no era feliz con su relación, que a pesar de que se querían no le llevaba lo suficiente como para ser feliz y eso le molestaba. Le molestaba no ser capaz de contarle a la persona que quería que ya sus " te quieros" no hacían el efecto que él deseaba que tuvieran, muy a pesar de ver la sonrisa y los ojos enamorados de ella y viendo como correteaba al verlo llegar cuando la recogía para salir. Era una dinámica macabra, pero él había elegido la voz del silencio pensando que eran etapas de la vida, que era normal no estar tan moñas como le decían sus amigos.
Se sintió molesto y cansado y se fue a dormir para reflexionar con su mejor amiga: la almohada. Pensó que todo la culpa era del estrés que se le acumulaba y que necesitaba descansar.
Abrió la cama por un lado, se sentó. Se descalzó las zapatillas, recogió sus piernas para meterlas dentro de la sábana, e intentó buscar la posición más cómoda para dormir. Y durmió.
Al dia siguiente, se despertó abrazado a la almohada y con la cara mojada: había llorado en sueños.
Pero pensó que había merecido la pena el sueño... sabía por qué lloraba, sabía por qué estaba triste... y es que en sueños él era libre de hacer, cantar, o amar a lo que el quisiera sin miedo a errar o al que dirán.
Era libre aunque fueran por unas cuantas malditas horas...era feliz y se lo acaban de arrebatar para caer de nuevo en la fatalidad de su vida cotidiana.
Ves cosas y dices,"¿Por qué?" Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?".
George Bernard Shaw

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